Desde el 24 de marzo de 1976, hasta el día de hoy, en la República Argentina han desaparecido más de 30.001 hombres y mujeres por razones políticas, ideológicas y sociales.
30.000 hombres y mujeres desaparecidos en dictadura
En la década del ´70 del siglo pasado la República Argentina se hallaba sumergida en una situación de alarmante inflación, crisis sindical, violencia social y creciente sensación de ingobernabilidad.
Ante esta situación, el 24 de marzo de 1976 las Fuerzas Armadas Argentinas (FF.AA.) derrocaron a quién era la presidenta del país, Isabel Martínez de Perón, e instauraron un gobierno militar que -de acuerdo a lo expuesto por la Junta de Comandantes Generales que lo conformó- tenía el propósito de “restituir los valores esenciales que sirven de fundamento a la conducción integral del Estado, enfatizando el sentido de moralidad, idoneidad y eficiencias, imprescindible para reconstruir el contenido y la imagen de la Nación, erradicar la subversión y promover el desarrollo económico de la vida nacional basado en el equilibrio y participación responsable de los distintos sectores a fin de asegurar la posterior instauración de una democracia, republicana, representativa y federal, adecuada a la realidad y exigencias de solución y progreso del Pueblo Argentino”.
Para alcanzar este objetivo, entre otras tantas cuestiones, las FF.AA. reprimieron “con la pena de reclusión por tiempo determinado el que por cualquier medio difundiera ... comunicados o imágenes provenientes o atribuidos a ... personas o grupos notoriamente dedicados a actividades subversivas o de terrorismo; .-y- con reclusión de hasta 10 años el que por cualquier medio difundiera ... noticias con el propósito de ... desprestigiar la actividad de las FF.AA., de seguridad o policiales”; disolvieron los partidos políticos y el Congreso de la Nación; intervinieron los sindicatos; y defendieron, en palabras del asesinado periodista argentino Rodolfo Walsh, “la corriente de ideas e intereses de minorías derrotadas que traban el desarrollo de las fuerzas productivas, explotan al pueblo y disgregan la Nación”.
El 10 de diciembre de 1983, fecha en la que la República Argentina volvió a tener un presidente democrático, las FF.AA. abandonaron el poder y dejaron “tras de si” la desaparición de 30.000 argentinos que lucharon, y dieron su vida, para que su país retornara a la vida democrática.
Una desaparición en democracia
A mediados de septiembre de 2006, durante el gobierno democrático de Néstor Kirchner, desapareció Julio López luego de haber declarado en el juicio que condenó a reclusión perpetua al ex Director de Investigaciones de la Policía de la provincia de Buenos Aires, Miguel Osvaldo Etchecolatz, el cual fue encontrado responsable de haber cometido -en el transcurso de la última dictadura argentina- numerosos crímenes de lesa humanidad (es decir contra la vida, la libertad y la seguridad de cualquier persona), entre los que -por ejemplo- se puede mencionar la tortura de Julio López.
Muchos creen que quienes hicieron desaparecer a López buscaron intimidar y amedrentar a todos aquellos que, habiendo sobrevivido a las torturas que recibieron durante la última dictadura argentina, son hoy en día testigos claves para declarar contra los integrantes de las FF.AA. que intervinieron directa, o indirectamente, en los crímenes de lesa humanidad que la última dictadura militar argentina realizó contra la población del país.
Al día de la fecha, la desaparición de Julio López constituye una “herida abierta” para la democracia argentina ya que, aún, no se han producido avances significativos en la investigación que procura esclarecer este macabro acontecimiento.
Los “desaparecidos sociales” de nuestros días
El primero de marzo de este año la presidenta argentina, Cristina Kirchner, al inaugurar las sesiones ordinarias del Congreso de su país planteó: “Desde 1900, cada tres años el país vivía una recesión, lo que hemos logrado hasta aquí es el mayor crecimiento de la Argentina en los últimos 100 años”.
Ahora bien, muchos sostienen que la primera mandataria “omitió” mencionar que, en el transcurso de las últimas décadas, en la Argentina ha crecido de manera alarmante la brecha que separa a quienes concentran la riqueza del país de aquellos que poco -o nada- tienen.
Sobre esta situación se refirió el Arzobispo de Buenos Aires, Cardenal Jorge Mario Bergoglio, quién en su último Mensaje con motivo de Cuaresma afirmó que en la República Argentina “hay muchos, y muy cerca nuestro, que parecen forzados a vivirla -la Cuaresma- todo el año sin posibilidad de vislumbrar la Pascua. Ya forma parte del paisaje cotidiano ver chicos y grandes revolviendo la basura y buscando algo para apalear el hambre o el frío. El egoísmo, la deshonestidad y la indiferencia condenan a muchos a vivir todo el año un ayuno involuntario y una penitencia obligatoria”.
En efecto, en la República Argentina existen miles de hombres y mujeres que, al encontrarse “desligados” del tejido social de su país –o sea, “desamarrados” del conjunto de relaciones e instituciones sanitarias, educativas, recreativas y laborales argentinas-, no parecen tener una posibilidad concreta de reinsertarse en la sociedad y llevar adelante una vida digna y humana.
Todas estas personas, que recientemente fueron señaladas por el Episcopado Latinoamericano como los “nuevos rostros de pobres ... nuevos excluidos: desplazados ... desaparecidos ... víctimas de la exclusión ... grandes grupos de desempleados/as ... las personas que viven en la calle de las grandes urbes ... campesinos sin tierra”, pueden ser definidas como los “desaparecidos sociales” de nuestros tiempos.
Es decir, son seres humanos que parecen estar “desaparecidos” tanto de la vista de quienes transitan a su lado y –por falta de interés y/o prejuicio- rara vez se aproximan a ellos para tenderles una mano; como de las políticas gubernamentales –nacionales y provinciales- que, en general, cuando se acercan a ellos es para reprimirlos o para otorgarles insignificantes subsidios que, nunca constituyen una “solución” para que puedan salir de la pobreza en la que viven cotidianamente, pero si en cambio -de acuerdo a la visión de algunos analistas- son “útiles herramientas” que utiliza el Estado para apaciguar posibles conflictos sociales.
Argentina: sinuoso respeto de los derechos humanos
Mas allá de que Cristina Kirchner plantee que “la materia de derechos humanos es una de las políticas centrales de nuestro Gobierno”, muchos consideran que mientras continúen estando en libertad aquellos integrantes de las FF.AA. que cometieron crímenes de lesa humanidad en la década del `70 del siglo pasado, difícilmente podrá la población argentina vivir en tranquilidad, o ser resuelta la desaparición de Julio López.
En efecto, tal y como lo expresó Nilda Eloy, quién es integrante de la Asociación de Ex Detenidos Desaparecidos de la República Argentina: “Menos de un 5 por ciento de los represores están en la cárcel. Mientras el otro 95 por ciento esté libre, nosotros estamos en peligro. No hablo de nosotros los testigos, hablo de nosotros como sociedad”.
Por su parte, muchos analistas políticos son pocos optimistas a la hora de pensar que la presidenta argentina pueda hallar una solución de fondo para aquellos que nada tienen, ya que sostienen que Cristina Kirchner aún no ha sido capaz de implementar políticas que promuevan una equitativa distribución de la riqueza de la Argentina y, además, favorezcan una verdadera inserción de aquellos argentinos y argentinas que constituyen los “desaparecidos sociales” de nuestros tiempos.
Y, así mismo, son muchos los cristianos argentinos que, junto con el Cardenal Bergoglio, están convencidos que en su país -como en tantas otras naciones- no se está cumpliendo con el Proyecto de Dios ya que “El Padre de Jesucristo no quiere el dolor, no quiere el sufrimiento ni la muerte de tantas personas por hambre o desamparo. El sueño de Dios es que todos vivamos en comunión y solidaridad. El proyecto de Dios es que todos podamos compartir los bienes de la tierra, que nadie se quede sin comer, que nadie muera porque no puede llegar hasta un médico, que nadie soporte situaciones infrahumanas; pero lamentablemente el pecado personal y estructural no permite que ese sueño de Dios se haga realidad hoy”.
Daniel E. Benadava - psicólogo.
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