Gente de la tierra:Voces y luchas de los originarios
Reportaje a Moira Millán, Comunidad Mapuche, Pillán Mahuiza- Chubut
La educación en nuestras manos: ¿Qué relación tiene la cosmovisión del pueblo mapuche con las luchas por los recursos que actualmente llevan adelante?
Moira Millán: Nuestro pueblo crea y desarrolla toda su cultura en relación al orden de la naturaleza. Lo que ustedes llaman recursos son newenes, son fuerzas. Y esas fuerzas se ordenan a través del pillán que son fuerzas ordenadoras. No creemos que hay un ser superior y otro inferior, sino que todos somos iguales; tenemos una visión horizontal de esa fuerza. Decimos: el río es un newen, la montaña es un newen, los bosques es un newen, el hombre es un newen. Nuestra cultura no es homocéntrica, no creemos que seamos superiores a la naturaleza, somos parte de ella. Entonces tenemos que establecer con ella un código de relación armónico. Nuestra visión se sostiene en una relación circular armónica con la naturaleza. El pueblo mapuche nunca se preguntó quién creó el cosmos, sino que la pregunta que sostuvo los miles de años de desarrollo de su cultura fue cómo me relaciono con lo creado, con lo que existe; esa es la pregunta. Nosotros, si realmente queremos recuperar en su totalidad la espiritualidad de nuestros pueblos tenemos que plantearnos la lucha.
EM: ¿Por qué?
M. M.: Yo podría venir aquí y realizar alguna ceremonia para convocar esas fuerzas ordenadoras para que nos ayuden a estar bien nosotros y estar bien con el entorno, pero esas fuerzas ya no existen. Esas fuerzas se ven violentadas por la contaminación, por la depredación, por la destrucción; esas fuerzas desaparecen. Entonces, yo puedo hacer esa ceremonia pero no me va a salir como les salía a los antiguos. Ese conocimiento que tenían no era esotérico, era un conocimiento hasta científico si se quiere, porque había una incidencia cósmica. Cuando yo recuperé mi identidad mapuche, lo que más me asombraba era ir a los kamarikun, a nuestras ceremonias anuales, en donde cada comunidad reafirma el pacto de relación armónica con la naturaleza y con el entorno. Estaba cuatro días y tres noches bailando alrededor del fuego, haciendo el canto sagrado, ofrendando a la tierra, compartiendo entre nosotros, invocando esas fuerzas. Es una ceremonia muy emotiva que nos fortalece y nos da mucha alegría. Y al final de esa ceremonia llueve. Por más que los meteorólogos digan que va a ser un día soleado, al final de esa ceremonia siempre llueve. ¿Eso es superstición?. Eso es conocimiento. Porque si las cosas se hacen como corresponden, esa incidencia cósmica existe, es real.
EM: ¿Cómo entienden esa incidencia cósmica?
M. M.: Desde la perspectiva del pueblo mapuche estamos convencidos de que existe un mundo perceptible y un mundo tangible. La cultura dominante sólo ve el mundo tangible; nosotros revindicamos también ese mundo perceptible. Ese conocimiento no es propiedad del pueblo mapuche, es de la gente de la tierra. Y todos somos gente de la tierra; todos nacemos con esa percepción. Después, la cultura dominante nos despoja de ese conocimiento, nos arranca de ese saber casi genético con el que venimos al mundo. Que lo tenemos no solamente los pueblos originarios de este continente. También los pueblos originarios de Europa han tenido este saber de que existía este mundo perceptible. Ahora bien, cuando hacemos las ceremonias no la hacemos en cualquier lugar, la hacemos donde vive el pillán, esa fuerza que ordena a las demás fuerzas. Pero ¿qué ha pasado? Que todos nuestros lugares sagrados están en manos de corporaciones, ya sea los grandes latifundios como el del señor Benetton o el del señor Tinelli, o los megaemprendimientos desarrollistas en minería o petróleo, que vienen no sólo a saquear sino a romper con ese círculo de la cosmovisión armónica. Entonces si nosotros queremos recuperar la plenitud de nuestra identidad tenemos que recuperar imprescindiblemente nuestro territorio.
EM: ¿El pueblo mapuche está peleando por la propiedad de las tierras?
M. M.: La lucha no es por la propiedad de la tierra, porque la tierra no es sólo un espacio de producción que me va a permitir comer y mejorar mi calidad de vida, la tierra es un espacio identitario, es un espacio de espiritualidad, es un espacio de cultura. Es también un espacio de salud. He estado en Chile, acompañando la lucha por la libertad de los presos políticos mapuches, y me decían las machis: “ya no podemos sanarnos porque no hay medicina, las hierbas medicinales han sido arrasadas por las forestales, han talado todos los bosques para plantar pinos y eucaliptos y ya no queda medicina”. Entonces, la concepción del territorio para nosotros es mucho más amplia que como se la piensa desde la cultura dominante. Territorio no es sólo la tierra que pisamos la huentemapu; territorio es el huenúmapu, el cielo; la minché mapu, lo que hay debajo de la tierra; el lafkénmapu, los mares. Por eso también, el pueblo mapuche está denunciando la contaminación y la muerte que se le está haciendo al mar en la zona atlántica de la Patagonia por las empresas pesqueras de grupos económicos de España, con la complicidad del Estado que no hace nada. Entonces, cuando ustedes leen en las noticias que nosotros nos oponemos a la minería, a las represas, a las petroleras, que nos estamos oponiendo a la forestales en Chile que están destrozando todo, no vean que somos obstáculo del desarrollo. Estamos planteando un modo de crecer como sociedad. No es la lucha por la tierra, repito, es la lucha por querer plantear un modo distinto de habitar el mundo. No se trata de vivir, sino de habitar.
EM: ¿Cómo sería esta diferencia entre vivir y habitar?
M. M.: Para los 28 pueblos originarios que conforman todo el territorio, el gran debate del pueblo argentino debería ser cómo queremos hacer habitable nuestro entorno. Estamos convencidos de que es posible crear un modelo de desarrollo que no atente la vida de los newenes, de las fuerzas. Cada vez que desaparece un elemento de la naturaleza, desaparece con él un elemento de la cultura. Nuestra cosmovisión entiende el kume feleal, como el estar holísticamente bien: cuando yo estoy bien conmigo misma, pero también cuando estoy bien con mis hermanos, pero cuando estoy bien con mi pueblo, pero cuando estoy bien con todos los pueblos y cuando estoy bien con la naturaleza. Lo que estamos proponiendo no es solamente un orden social de equidad entre los pueblos, entre mujeres y hombres, sino con la naturaleza también. Para nosotros es fundamental repensarnos en esa relación con la naturaleza. Queremos con ustedes construir otro orden social que pase por otros criterios, por otros valores, por valores espirituales y morales milenarios, ancestrales. Creemos que se debe construir una sociedad que se replantee esta equidad con el cosmos. Para crear esta sociedad tenemos que hacer una revolución de pensamiento.
EM: ¿Podrías dar un ejemplo?
M. M.: Las comunidades que están peleando contra las minas lo hacen porque están amenazando la existencia de nuestra montaña sagrada, porque ahí anida el pillán, esa fuerza que regula el orden a la tierra, ésa es la fuerza que regula el trabajo de la tierra. ¿Dónde vamos a celebrar nuestras ceremonias sino al pie de esa montaña?. Pero esa montaña tiene oro y entró dentro del mapa de explotación minera de compañías canadienses. Para poder extraer el oro la tienen que dinamitar. Peleamos contra la minería porque no queremos que asesinen a la montaña. Pero la minería va a existir si se sigue consumiendo oro. Entonces van a seguir dinamitando montañas porque siempre va a haber alguien que compre ese oro.
La lucha por la recuperación de la identidad, por vivir de acuerdo a nuestra cosmovisión, está íntimamente ligada a la lucha política. Hace poco en un encuentro de cultura alguien me dijo: “a mí me encantaba Aimé Painé porque ella cantaba canciones de tu pueblo y no confrontaba como vos”, y yo le decía que para poder seguir cantando el tahiel, canto sagrado, el canto del río, si yo quiero transmitir ese conocimiento a mis hijas, yo necesito que el río me siga cantando. Entonces, ¿cómo no ve voy a oponer al megaproyecto hidroeléctrico de la Corporación Española Santander?. ¿Cómo voy a permitir que venga a asesinar a mi río, si quiero realmente seguir cantando bonito?. Ahí me paro como mapuche. ¿Cómo no voy a ser guerrera para defender mi territorio?. Es un compromiso moral y espiritual que tiene el pueblo mapuche. Antiguamente nuestro pueblo se llamaba Rekeche, “la gente de lavedadera”. Cuando sucedió lo de la conquista, nos reunimos y nos hemos autodenominado “la gente de la tierra”. Si los antiguos nos llamaran a un gran parlamento para ver quiénes somos hoy yo creo que nos llamaríamos “los guardianes de la tierra”. Hoy tenemos que salir a pelear, tenemos que salir a trasmitir conocimiento.
EM: ¿Qué te interesaría transmitir o plantear a los docentes?
M. M.: Es necesario que ustedes sepan por qué peleamos, que sepan que no es un capricho, que no es la lucha campesina por la propiedad de la tierra para poder producirla. Porque vamos a pensar bien qué es lo que vamos hacer en ella. ¿Queremos soja transgénica en nuestras tierras?. No. ¿Queremos bosques transgénicos?. No. Queremos realmente hacer habitable nuestro entorno. Creemos que el pueblo argentino tiene que empezar a conocer este pensamiento, si ustedes quieren la vida, quieren el agua, quieren el retoño, tienen que ayudarnos a crear una forma de vida diferente. Es necesario que se solidaricen activamente con la lucha que se está dando a lo largo del territorio argentino con los distintos pueblos originarios. Ayudar en las aulas a desmitificar todas las mentiras con la que se levantó el concepto de ciudadanía argentina. Ayúdennos a decirles a nuestros hijos que Roca está muy lejos de ser un prócer, que fue un genocida. Y, aunque muchos docentes se enojen, decirles que el padre de la educación en Argentina, Sarmiento, fue un racista. Para nuestro pueblo hay una gran diferencia entre conocer y tener sabiduría, entre los que transmiten conocimientos y los que transmiten sabiduría. Ustedes, ¿qué quieren ser?, ¿portadores de conocimiento o transmisores de sabiduría?. Nosotros queremos que nuestros hijos empiecen a redescubrirse en su identidad, a reafirmarse, a dignificarse, a que no le vuelvan a poner etiquetas ajenas. Porque no somos los “negritos”, ni los “descamisados”, ni los “piqueteros”, ni los “indiecitos”. Somos la gente de la tierra. Los invitamos a construir una sociedad en donde la equidad no esté impuesta sino que surja de los sentimientos de los newenes. Seamos todos gente de la tierra.
Por Héctor González - 08/01/2007