Por Alberto Morlachetti
(APE).- Pudimos soñar un planeta de amor pero preferimos diseñar un mundo brutal y miserable, donde la mayoría piensa que los niños descalzos caminan con los pies desnudos porque poseen cierta sabiduría genética. Como si estuviésemos enamorados de nuestra propia estupidez, inventamos una sociedad, nos sometimos a sus normas. Una pesadilla perfecta.
No haber nacido nunca quizás sea la mayor dadiva para esos niños que estaban allí hace un año, dando cotidianamente señales de muerte en la vieja estación de ferrocarril de Villa Valeria -en la provincia de Córdoba- viviendo en dos vagones destartalados bajo lunas de sangre. Pero el corazón sufre según su tamaño.
Jésica Talía Abregó (3 meses), Marilyn Maribel Abregó (10 meses), Vanesa Alejandra Sitjas (2 años), Susana Camila Beatriz Arrieta (6 años), Marcela Celeste Arrieta (8 años), Marisol del Valle Abregó (13 años), Analía Celestina Abregó (14 años) y Ceferino Ángel Tuama (22 años) murieron el 29 de mayo devorados por el fuego que encendieron manos de escarcha, mientras en los riquísimos campos de soja danzan -inocentes invictos- estancieros de buena próstata. El derecho se aquieta: no le es posible ir mas allá.
Cómo hallar entre tumbas blancas la esperanza, si nadie descubrió la delicia de vos.
Fuente de datos: Diario La Voz del Interior
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