La categoría sostenibilidad es central para la cosmovisión ecológica y, posiblemente, constituye uno de los fundamentos del nuevo paradigma civilizatorio que procura armonizar ser humano, desarrollo y Tierra entendida como Gaia.
Comúnmente la sostenibilidad viene unida al desarrollo. Oficialmente el concepto de desarrollo sostenible fue usado por primera vez en la Asamblea General de las Naciones Unidas en 1979. Fue asumido por los gobiernos y por los organismos multilaterales a partir de 1987 cuando, después de casi mil días de reuniones de especialistas convocados por la ONU bajo la coordinación de la primera ministra de Noruega, Gro Brundland, se publicó el documento «Nuestro futuro común». En él aparece la definición que ya se ha vuelto clásica: «sostenible es el desarrollo que satisface las necesidades presentes, sin comprometer la capacidad de las generaciones futuras de atender sus propias necesidades».
En realidad, el concepto posee una prehistoria de casi tres siglos. Surgió de la percepción de la escasez. Las potencias coloniales e industriales europeas deforestaron enormemente sus territorios para alimentar con leña la incipiente producción industrial y la construcción de los navíos con los que transportaban sus mercancías y sometían militarmente a gran parte de los pueblos de la Tierra. Entonces apareció la pregunta: ¿cómo administrar la escasez? Carl von Carlowitz respondió en 1713 con un tratado que venía con el título latino de Sylvicultura Oeconomica. En él usó la expresión nachhaltendes wirtschaften que significa: administración sostenible. Los ingleses tradujeron por sustainable yield que quiere decir «producción sostenible».
Muy pronto surgió también la pregunta, válida hasta el día de hoy: ¿cómo producir de manera sostenible? Se presentaban al autor cuatro estrategias. La primera era política: corresponde al poder público, y no a las empresas ni a los consumidores, regular la producción y el consumo y así garantizar la sostenibilidad en función del bien común. La segunda era la estrategia colonial: para resolver la carencia nacional de sostenibilidad, era necesario buscar fuera los recursos faltantes, conquistando y colonizando otros países y pueblos. La tercera era la liberal: el mercado abierto y el libre comercio van a regular la demanda y el consumo, de donde vendrá la sostenibilidad, que resultará mejor asegurada si es apoyada por unidades de producción en los países donde hay abundancia de los recursos necesarios para la producción. La cuarta era la solución de la técnica: para superar la escasez y garantizar la sostenibilidad, se buscará la innovación tecnológica, o la sustitución de los recursos escasos: en vez de madera, carbón, y más tarde, en vez de carbón, petróleo.
Hoy con la distancia que da el tiempo podemos decir: si hubiese triunfado la estrategia política en razón del bien común, la historia económica y social de Occidente y del mundo habría seguido el camino de la sostenibilidad. Habría seguramente más equidad (los costos y los beneficios estarían más igualitariamente distribuidos), se viviría mejor con menos y habría mayor conservación de los ecosistemas.
Pero no fue ése el camino escogido. Fue el del colonialismo, el del imperialismo, el del globalismo económico y financiero y de la economía política de mercado, que produjo la gran transformación (Polanyi), con la mercantilización de todo y el sometimiento de la política y de la ética a la economía. La crisis ecológica actual deriva de este camino que, mantenido, podrá amenazar el futuro de la vida humana. Estamos a tiempo de revisar y de buscar alternativas paradigmáticas.
Leonardo Boff
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